Durante las últimas semanas el debate sanitario se ha centrado en encontrar la manera de mejorar la calidad del Sistema Nacional de Salud (SNS) haciéndolo más eficiente económicamente, bien estudiando diferentes maneras de abordar la situación, observando otros modelos sanitarios internacionales, los últimos avances en la materia, etc. En esta odisea, varios de los agentes implicados en el proceso coinciden en que la farmacia es un pilar fundamental en la optimización del SNS, debido a su papel como nexo de unión diario entre la ciudadanía en general y los profesionales sanitarios.

Entre otros, el Grupo de Trabajo sobre Sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud del Consejo Asesor de Sanidad aseguró hace unos días que “es estratégico que la nueva política integral farmacéutica consolide el modelo de farmacia español orientado al paciente, a través de servicios asistenciales, y refuerce su papel como activo fundamental dentro del SNS».

Así, resalta su papel dentro de “una cartera de servicios real, accesible y universal que permita a toda la población poder tener alcance a unos determinados servicios sanitarios mínimos en condiciones de equidad».

Por su parte, la propia ministra de Sanidad, Ana Mato, defendió ante la prensa los últimos cambios llevados a cabo en el SNS que han generado, entre otras medidas, la aprobación de “una nueva Cartera Común Básica de Servicios Asistenciales para toda España, que se va a seguir ordenando de acuerdo con las comunidades autónomas”, la adecuación de los envases a la duración del tratamiento o «monodosis», la tarjeta sanitaria interoperable y la receta electrónica.

De este modo, parece sensato pensar que las instituciones apuestan por el trabajo coordinado entre SNS y boticas, con el objetivo final de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, los pacientes y sus familiares, pero siempre intentando optimizar el gasto.

Tal es la confianza depositada en las oficinas de farmacia en los últimos meses que el Servicio Catalán de la Salud estudia ampliar la cartera de servicios que se prestan en las oficinas de farmacia, más allá de la dispensación de medicamentos, para poder “atender a enfermos crónicos complejos”.

A juicio del licenciado en Farmacia y doctor por la Universidad de Valladolid Jorge Vázquez, la realidad farmacéutica conduce a que la remuneración de ciertos servicios pudiera ser un punto de partida para consolidar que la Atención Farmacéutica tendrá más posibilidades de una implantación efectiva y global. Pero según indica en su artículo, antes de ello se deben de establecer unas bases que refuercen la cadena de valor que tiene el medicamento, gravemente menospreciada en el panorama sanitario actual. Y es por ello que los expertos instan a lograr una mayor coordinación entre médicos y farmacéuticos para contrarrestar los relevantes problemas existentes con el uso de los medicamentos.

De esta manera, Vázquez considera en un artículo que fomentar un modelo de trabajo a partir de una herramienta común en el sistema “como es la receta electrónica, activaría la participación” de los profesionales de la salud consiguiendo un mayor control sobre la adherencia y el seguimiento a los tratamientos farmacológicos en los pacientes crónicos, contribuyendo todo ello a mejorar la sostenibilidad del SNS